El año 2006, cuando Bolivia era estremecida por masivos movimientos populares que exigían la renuncia del entonces Presidente Mesa, Felipe Quispe, líder aymara, hizo declaraciones funestas: “es necesario que haya una guerra para ver quien gobierna”, dijo.
Esa vez no hubo guerra civil, pero los bolivianos estuvieron a un tris de ella. Mesa renunció, hubo elecciones democráticas y Evo Morales –con el 50.6% de los sufragios, accedió a la Presidencia de la República. Por primera vez en Sudamérica, un indígena alcanzaba la más alta magistratura concitando fuertes oleadas de simpatía y apoyo internacional.
Pero Bolivia es Bolivia. Eso significa que cualquier gobierno pierde el apoyo popular antes de cumplir un año al mando de la nación. Y ya que Bolivia es Bolivia, sus problemas tienen raíces tan profundas que alcanzan a beber de las aguas de su magnífica historia, cuando era aún parte del territorio del Tahuantinsuyu incaico y del Virreinato del Perú, hecho que terminó drástica e insanablemente luego de la acción libertadora de Simón Bolívar que fue, en rigor, quien se constituyó en elemento fundacional del nuevo país que eligió el apellido del venezolano para bautizar su autonomía.
De ahí en más, las divisiones étnicas han marcado a esa hermosa región con impronta de rebeldías, separatismos y luchas esporádicas. Sin temor a error, puede hablarse de dos Bolivia: la de occidente y la de oriente. O la de los coyas y la de los cambas, respectivamente. Indígenas los primeros, blancos los segundos. Mayoría y minoría. Subdesarrollo y desarrollo.
Grave equivocación se comete cuando alguien hace referencias a ese país como nación absolutamente altiplánica, ya que una significativa parte del oriente boliviano se encuentra inmerso en los inicios sudoccidentales de la Amazonía. Estos quiebres geográficos coadyuvan también al divisionismo y, en algunas épocas pretéritas, lo alimentaron inequívocamente.
Desde muchas décadas atrás, regiones como Santa Cruz de la Sierra, Pando, Tarija y Beni (consideradas ‘cambas’) han venido impetrando independencia y autonomía, basados sus reclamos en que ellas aportan más del 65% del PIB boliviano (PIB: Producto Interno Bruto). Son regiones riquísimas en recursos naturales, industriosas y con un desarrollo superior al del resto del país. Pero sus habitantes, numéricamente, no logran superar a los ‘coyas’ del altiplano que, en definitiva son quienes deciden siempre cualquier comicio electoral. Como ejemplo de ello, baste recordar que la mayor concentración indígena urbana se encuentra en El Alto, populoso y bravío barrio de la ciudad de La Paz.
Un país así dividido y enemistado internamente, es presa en extremo fácil para empresarios aventureros y expoliadores que llegan a ese bello y rico territorio dispuestos a enriquecerse rápidamente sin consideración alguna por los habitantes ni por los gobiernos locales. Estos últimos, a lo largo de la historia boliviana entregaron enormes facilidades a inversionistas foráneos, permitiendo que gran parte de los recursos naturales salieran del país para nutrir parques industriales de naciones desarrolladas, las que año tras año incrementaron la dependencia y pobreza de cambas y coyas.
El Presidente Evo Morales intenta dar un giro dramático y decisivo a esas dolorosas situaciones. Uno de sus logros principales fue el haber constituido legal y democráticamente la Asamblea Constituyente, en la que su partido político –el MAS (Movimiento al Socialismo)- obtuvo 137 escaños de un total de 255 (50, 7%).
No obstante, los problemas se iniciaron apenas comenzó a estructurarse la Asamblea, toda vez que esta se haría cargo de la redacción y aprobación de una nueva Carta Fundamental o Constitución Política. El Presidente Morales determinó que la aprobación requeriría solamente la mayoría absoluta (50% más un voto), mientras que los partidos políticos opositores al mandatario exigían dos tercios (66%) para tal anuencia.
La zafacoca se armó de inmediato y bajo el amparo de capitalistas transnacionales las regiones separatistas (Pando, Beni, Santa Cruz, etc.) se subieron al carro de las protestas, mismas que poco a poco fueron degenerando en violencia y muerte, como ocurrió en la ciudad de Sucre donde una sangrienta asonada hizo huir a la policía dejando a esa urbe sin protección alguna.
En ese clima de incertidumbre y caos, la nueva Constitución fue aprobada hace pocos días por la Asamblea Constituyente que se reunió en un cuartel militar de Sucre, pero que contó únicamente con la participación de los representantes del Presidente (vale decir, con el 50,7% de los votos), ya que el resto de los asambleístas se negó a asistir a tan importante reunión, esperando –cómo no- que esa ausencia sirviera de gasolina para la hoguera que los empresarios criollos y extranjeros estaban alimentando en algunas ciudades.
La oposición ‘camba’ –a través de los medios de prensa controlados y manejados por el poder económico boliviano- aduce que ““la Constitución nació herida de muerte y es difícil que supere su déficit de legitimidad, ya que recluidos en un liceo militar, cercados por disturbios que ya causaron tres muertos y más de 130 heridos, algunos muy graves, los oficialistas aprobaron el nuevo texto sin leerlo, a mano alzada, en primera instancia, sin una ratificación artículo por artículo””.
De inmediato, y en un intento por dirigir y administrar la oposición de las regiones ya señaladas en estas líneas, el ex presidente conservador Jorge “Tuto” Quiroga (2001-2002) tildó de “vergonzosa teatralización” la sesión que protagonizaron los partidarios de Evo Morales en la Asamblea Constituyente, acusando al gobierno de “”haber atropellado el reglamento de la misma pues los participantes se saltaron varios pasos del procedimiento establecido””.
La respuesta a las asonadas paridas en Santa Cruz, Sucre y otras ciudades orientales ha comenzado a producirse tal como era dable esperar, ya que desde el barrio paceño llamado El Alto miles de indígenas iniciaron su marcha en apoyo al Presidente Morales, llamando a los ‘coyas’ de todo el altiplano a sumarse férreamente a las filas para combatir “de una vez y para siempre” a los agiotistas y explotadores que desean regresar a Bolivia a las manos de los imperialistas.
Una vez más en su Historia, Bolivia se presenta ante el mundo a torso desnudo, mostrando las profundas llagas dejadas por las garras foráneas que han explotado a esa nación casi desde el inicio de su vida independiente. .
sábado, 19 de septiembre de 2009
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